Ganas, ganas por hacerme feliz no te faltaron, ganas de verme tampoco, ganas de soñar despierta era lo tuyo, ganas de besarme y ronronear me gustaba, ganas de ganarme con cada sonrisa rebosaban, ganas de amarme por siempre tenías incrustada en tu alma, pero ganas de entenderme oscilaban en tu mente, ganas de escucharme no tenías pues carecías de perspicacia en momentos tormentosos, y en situaciones débiles la confianza era tu acérrima enemiga.
Naturalmente mis pasos se iban deshaciendo a cenizas, no por cobardía, no por altivez, sino por el dolor que nuevamente se hacia pasajera de mis recónditas penas.
Como siempre mis instintos me aconsejaban la retirada rápida, y tan solo mi amor a ti quedo de pie luchando ciegamente golpeando al viento ferozmente.
Vana fue la manera que creíste en el borde de la historia, pues ahí termino tu encanto, el cuento fue quemado y la desazón pintó tu fe.
Se que tus labios titubeaban, pero también sé que con entusiasmo te salían palabras que envenenaban mis entrañas.
Las ganas de odiarme crecen a raíces y florecen con los días, te sobran argumentos fúnebres y vastos de amargura, ganas de buscarme ya no existen, tus sentimientos hacia mi quizás ya han muerto, y tan hastiada estas con las ganas de olvidarme que buscas consuelo en reposo ajeno.
Pero mi corazón es un mar tranquilo, casi sin olas, y ahora mis ojos son la fortaleza de mi cuerpo, porque oculto con maestría las gotas de lagrimas que buscan desconsoladas cumplir con su objetivo. El caos enmudeció dando lugar a la calma, en la lejanía veo una estrella apagándose, y fue por mi causa, y para mis ojos esa no era mi estrella. Mi estrella aguarda aun en silencio, pero brillando siempre a la espera de ser conquistada por mis ansiadas ganas de amarla.
Tal vez mis poemas no lleven tu nombre pero si cada lagrima hecha palabra.
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